4 de marzo de 2014

NUESTRO QUERIDO TELEVISOR



Una enorme y pesada caja de madera lustrosa, un gris y redondeado tubo de rayos catódicos, algunas perillas pequeñas que comandaban el volumen, el brillo, el contraste, el vertical, el horizontal, y la grande y redonda, el sintonizador que cambiaba los canales y que a cada vuelta hacia un “tac, tac, tac” que aún resuena en mis oídos. El cable plano de la antena conectado por detrás y el infaltable “estabilizador de corriente” (un horrible aparato cuadrado y pesadísimo que cumplía la función de proteger el televisor de altos y bajos de tensión letales para su buen funcionamiento). Nuestro Televisor, el único de la casa, montado en el armario del living, rodeado de adornos de porcelana sobre “carpetitas de crochet”. Nuestro Querido Televisor marca Hansen.

Cuenta mi padre que el señor Hansen era un viejo técnico alemán que vivía en la zona y que fue empleado de una compañía importante (Telefunken, Grundig tal vez?) y que se dedicaba a montar televisores desde cero, totalmente “artesanales”, pieza por pieza, válvula por válvula, plaqueta por plaqueta, soldando los circuitos, probando cada una de las piezas, testeando a fondo su funcionamiento para finalmente ensamblarlo en una preciosa caja de madera que lo contenía, un auténtico mueble de lujo que presidía el living-comedor del hogar. Mi Padre, algún tiempo antes de casarse con esa belleza que sería Mi Madre, encargó al Señor Hansen, esa eminencia de la electrónica, la construcción del Televisor para la Nueva Familia. Y el nos acompañaría por dos décadas.


No era un Westinghouse, o un General Electric, era un Hansen y nuestro Televisor llevaba también con orgullo su marca en preciosas letras doradas en relieve sobre el parlante. No tenía nada que envidiarle a ningún otro. Nada. Como si fuese una caja mágica, una máquina asombrosa que nos permitía entrar en mundos increíbles, vivir las aventuras más emocionantes, viajar a tierras exóticas, Reinos olvidados… A través de ella reímos, lloramos, nos asustamos, vimos en directo lo imposible como el primer paso del Hombre en la Luna. También vimos por vez primera con una sorpresa inusitada y una inocencia irrepetible los programas de variedades, los dibujos animados, las películas, las series de televisión: El Túnel del Tiempo, Viaje al Fondo del Mar, Perdidos en el Espacio, La Dimensión Desconocida, Un Paso Al Más Allá, Rumbo A Lo Desconocido, Batman, Combate, Los Intocables, Los Invasores, Viaje a las Estrellas, Bonanza…

¡Que felices fuimos gracias a esa maravilla hecha por el Señor Hansen con sus manos! ¡Cuánto disfrutamos y cuánto aprendimos mediante ese reflejo de luces y sombras sobre su tubo de vidrio! Qué ingratos y desagradecidos también fuimos con el. Un día salio de casa para nunca más volver. Terminó en la esquina junto a bolsas de basura y otros trastos viejos.

Me gustaría pedirle perdón y agradecerle todo lo que hizo por nosotros. ¿Quién o quienes han sido los que se atrevieron a llamarlo “la caja boba”? Mejor no quiero saberlo pero me temo que lo sospecho. Siempre estará con nosotros cuando recordemos ese episodio de la serie, o esa película de los sábados que nos asombró como ninguna. El Señor Hansen tiene reservado un lugar en el Cielo de rayos catódicos y Nuestro Querido Televisor junto a el.