El sol, implacable en febrero de 2016 en Buenos Aires, no
dejaba ni un minuto de castigar el asfalto. El calor hacía difícil, casi
imposible salir a la calle y sin embargo él ahí estaba después de más de una hora
en colectivo, para verme. Hay que querer realmente a un amigo para hacer tal esfuerzo... Gorra, pantalón de gimnasia de San Lorenzo, un par de viejas
zapatillas y una camisa a cuadros. Llevaba una bolsa de plástico colgada de su mano
izquierda, que no impidió fundirnos en un abrazo postergado por más de
treinta años. Volvía a verme con Sergito de COMANDO SUICIDA. El mismo barrio,
los mismos protagonistas pero esta vez cincuentones y castigados.
Hay relaciones curiosas que a pesar del paso del tiempo y la
distancia poco cambian y esta es una de ellas. Historias, lugares, motivaciones,
episodios y recuerdos comunes tal vez sean la explicación…o tal vez no, pero
la cuestión es que la sintonía fue mutua e instantánea. Después del lógico
ponerse más o menos al día mediado por una cerveza helada comenzaron a salir
las cosas de hoy y afortunadamente los proyectos y el futuro de COMANDO
SUICIDA: la fecha de mañana, el nuevo disco y como seguir en la ruta después de
décadas de una historia con un grupo dueño de una mística única e irrepetible,
al que siempre las cosas se le han puesto difíciles, igual que al mismo Sergito
en su vida personal.
Cuidado, esto se entiende porque desde el primer momento
ha elegido el camino difícil, el no transitado, el pionero, el más riesgoso y
por el que nadie ha querido ir. Optar por ser skinhead nunca es fácil en ningún
sitio pero en la Argentina de principios de los 80 bastante más difícil aún.
Sergito lo hizo con coraje, solo y unos pocos lo siguieron. COMANDO SUICIDA fue
el grupo que lo hizo diferenciándose claramente del resto de bandas que
comenzaron a circular en esa Buenos Aires parida entre el final del Proceso y
la naciente democracia, donde ser rebelde y haber nacido del punk había dejado
de ser arriesgado. Muchos de los que habían nacido de ese mismo caldo primigenio,
que fue una rebelión contracultural ética y estética, empezaron a gozar de las
mieles del pop, los “peinados nuevos”, salir en la Rock & Pop, la
televisión y a sentarse incluso a la mesa del Presidente de turno (hoy
innombrable, claro) en la Casa Rosada.
COMANDO SUICIDA, nunca fue de la partida. Una posición
“política” incorrecta, un modo de vida marginal, rechazado y estigmatizado hicieron
de ellos un grupo mítico y maldito. Y Ahí están con “Al K.O” y sus emblemáticos
borsegüies en la portada, el compilado “Invasión 88” y una colección de
canciones transformadas en himnos de una tribu odiada y secretamente envidiada
por muchos. Siempre estuvo Sergio, Sergito, poniendo el cuerpo y la cara
mientras la vida pasaba y no dejaba de cobrar su peaje. “Me chupa un huevo”,
agrega “No me importa nada”, repite (Never mind, I don´t care…) y yo le
agregaría un gran “Me ne frego” ante el rechazo y el reniegue de muchos por ser
él mismo y no haber perdido nunca su esencia. El “Nadie es profeta en su
tierra” vuelve a cumplirse nuevamente. COMANDO SUICIDA es una banda conocida y
reconocida en Europa: España, Italia, Francia… gracias a que sus discos fueron
editados por el sello belga Pure Impact. Una legión de seguidores de dos
generaciones reconocen fielmente ese espíritu de barrio, suburbio, futbolero y rebelde
que aún pervive en Sergito y sus actuales COMANDO SUICIDA: Dieguito Rubiola,
Facundo y Agustín.
Este año trae nuevo disco y energías renovadas. Lo pude
comprobar en el Club Pistones, el 13 de febrero en Buenos Aires, con una
actuación soberbia donde compartieron fraternalmente cerveza y sonido motociclistas,
skinheads, viejos punks y público sin enrolar. No faltaron las sorpresas y los
invitados. Una vez más el inefable Marcelo Pocavida compartiendo escenario en
“Babilonia” y quién escribe versionando “El Combatiente” de ANTI TODO, la
primera canción de un grupo punk argentino sobre la Guerra de Malvinas.
Noche
curiosa donde viejos enfrentamientos tribales ochenteros fueron superados
definitivamente y sellados con una cerveza compartida entre Pocavida y El
Árbol, un veterano "pelado" porteño. Anécdotas de primera mano y amistades de más
de tres décadas rencontradas hicieron las delicias de los presentes. Y Ahí Sergito y COMANDO SUICIDA, como un deja vú
perenne que se resiste a desaparecer.
Auténtico sonido rebelde que pervive y se regenera. “Último
recurso”, “Grito proletario”, “Me cago en la yuta”, “Dios del trueno” o “Soy de
Barrio” confirman la elección de ese camino difícil en esto del rock, del que afortunadamente
de nada se arrepienten. Son el sonido subterráneo de una Buenos Aires
encantadoramente difícil y también violenta. Oi! Argentino pionero que parece
gozar de una salud y juventud secretamente deseada por muchos del ambiente. Y
ahí Sergito con más de cincuenta años y tres décadas del rock más provocador,
marginal y despreciado, que ya es leyenda.
Si algo aprendía a valorar con el tiempo es la amistad y el
no renegar. Más allá de lo material, lo individual, los gustos o el pensamiento
están las personas y el valor que ellas tienen como tales. Y en mi caso Sergito
no es COMANDO SUICIDA sino mi amigo Sergio y eso me enorgullece. Así que hoy
como ayer… me ne frego.