Quién no escuchó alguna
vez Susie
Q interpretada por los CCR? Es más, resulta imposible disociar esta canción
del legendario grupo de los hermanos Fogerty y su particular estilo. Pero la
canción de la susodicha Susie
pertenece en realidad a un desconocido joven de Lousiana llamado Dale Hawkins.
Quíen es el tío en cuestión
autor de semejante maravilla? Pues un
simple chico del sur de los Estados Unidos. Su aspecto de típico niño bueno de
los cincuentas no fue impedimento para entrar en l Hall Of Fame del Rockabilly y codearse con los más grandes. Delmar Allen o
Dale de veinte recién cumplidos cogió
su guitarra barata comprada con pequeños ahorros y decidió una mañana dirigirse a un estudio
para grabarla. Lo alquiló con un puñado de dólares y en un par de horas estuvo
lista. Había nacido Susie Q, puro
rock & roll. SI de subgéneros hablamos ese sonido especial fue llamado “swamp
rock” lógicamente por los pantanos del lugar... un clásico había nacido. Fue un
éxito inmediato y en ese 1957 su canción fue difundida por radios de todo el país,
actuó en televisión y hasta en el mismísimo
Teatro Apollo del Harlem donde antes de él sus habitúes no habían visto un
chico blanco sobre el escenario.
Al mermar la popularidad del rockabilly
dejó su incipiente carrera. Fue un desafortunado con todas las letras ya que
otros conocieron la fama y el dinero gracias a su trabajo: la discográfica se
había quedado con sus derechos y otros versionaron su canción. Así son las
cosan para muchos del ambiente.
Produjo algunos grupos durante
un tiempo y por problemas de salud termina dejándolo. Sobrevive económicamente
de lo que puede pero cuando la cosa se lleva dentro en algún momento era vena
vuelve a aparecer. Así sucedió y ya cincuentón retorna al ruedo con un par de
discos acompañados de presentaciones en clubes locales a fines de los ochenta.
Pero lo que quedó fue su canción sobre Susie versionada una y mil veces y al
bueno de Dale condenado al ostracismo. El viejo del pantano murió en 2010 pero
nos queda su Susie, su cencerro de
vaca acompañado por palmas y ese lamento rockero de dos minutos que nunca
callará.